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84 Dolet{n de la Real ylcademia Gallega
laciones, entre Inglaterra y Galicia, de las antiguas navegaciones grie
gas, ni que demuestren esa identidad de nombres propios y esa analog?a
y semejanza de nombres de ciudades y deidades, la evidente realidad
de las inmigraciones griegas en Galicia e Inglaterra e Irlanda, que al
principio dejo referidos. No es ?ste el objeto de mi trabajo y serfa pre
ciso demostrar para ello que eran de estirpe griega esos nombres. Y ni
yo toco esa cuesti?n, ni creo que tengan ellos tal catheter. Prescindo
de la verdad de las narraciones griegas, que no contradigo, y afirmo la
realidad de las relaciones anglogalaicas de aquellas remotas edades, de
que es esa identidad de nombres testigo.
?Se necesita m?s para confirmar las relaciones que existieron entre
nuestros antiguos hombres gallegos y los moradores de las islas brit?
nicas en los remotos d?as de nuestra historia? ?No demuestran estos
hechos patentes y manifiestos, estos hechos hist?ricos indudables, que
no son fabulosas esas antiguas relaciones aunque tuviesen lugar en
muy remotas edades? Yo as? lo creo y se me figura que no puede nadie
ponerlas en duda jam?s, a pesar de haber tenido lugar en tiempos que
no podemos se?alar con la grande precisi?n que dese?ramos. Porque
se comunicaron gallegos e irlandeses, porque nuestros barcos Ilevaron
repetidas veces nuestros hombres a aquellas tierras y los suyos los tra
jeron a las nuestras, porque frente a ellas levantaron nuestros abuelos
tan potente muralla que no la pudo a?n derribar el irreposado empuje
y batallar continuo de las encrespadas olas que sacuden sin cesar el
peque?o puerto de Vares, por eso creo que no podr?n tampoco jam?s
llamar fabulosos a esos hechos las caprichosas dudas de los hombres.
Y si eso no se puede poner en duda, tampoco se pueden negar, ni se
puede tampoco dudar de los tratos que desde remotos tiempos debieron
de continuo existir entre el pueblo gallego y el ingl?s. Y como para esa
traves?a no fueron nunca aprop?sito barquichuelos hechos con la piel
de un toro endurecida, si que podemos dudar de la veracidad de los
historiadores romanos, cuando nos cuentan que al llegar Julio C?sar a
la Coru?a con su escuadra, no usaban nuestros abuelos otra clase de
embarcaci?n. CiELESTINO GARC?A ROMERO, S. J.