joleltn de la Real Academia 6allega 225
encontr? el enviado.de Felipe II cuando vino, c?mo aquel antiguo pere
grino, a visitar el cuerp? de Santiago. Y all( debieron .estar hasta las
obras que llev? a cabo el Cabildo bajo la direcci?n del`can?nigo se?or.
Verdugo, que hoy todavia vemos, cuyo acierto podr? con m?s o menos
raz?n discutirse, pero no podr? negarse que fueron hechas conforme a
los gustos que en aquellos tiempos eran los que dominaban en nuestra .
patria. Y aunque era entonces grande el desv?o que para todo lo antiguo
reinaba en las artes en Espa?a, no s? qu? hallaron aquellos hombres en
tan toscas piedras, ni qu? signo las cubr?a y las guard? de su destrucci?n,
pues ellos sin duda fueron los que las depositaron entre los sepulcrosde
los discipulos donde recientemente se encontraron. No parece que si
ignoraran el primitivo destino a que hab?an sido consagradas hubieran
reservado con tanta diligencia unas piedras que no tienen por otra parte
cosa alguna que las haga merecedoras de tanta estimaci?n y aprecio. Pa
rece como si una tradici?n no interrumpida jam?s las hubiese cubierto
siempre con su sombra ben?fica y protectora.
ser?a este altar que Gelmirez puso debajo del suyo en la capilla
mayor del Ap?stol y el que hall() Morales en su visita al Ap?sto1, el pri
mitivo de Santiago, el que actualmente se guarda en la cripta, o ser?a m?s
bien el que guarda la iglesia monacal de San Payo, el que segtin l? Com
postelana, levantaron los fieles apenados por las infimas dimensiones del
primitivo? Como los dos son muy antiguos, motivos tenemos suficientes
para dudar y para preguntarlo, pero si nos fijamos, pronto reconoceremos
que el depositado por Gelm?rez debajo del suyo, ?magno et mirabile?, de
que nos habla el C?dice de Calixto y los dem?s: testimonios'referidos, fu?
indudablemente el primero, el que hoy vemos en la cripta que guarda las
reliquias del Hijo del Zebedeo. No traz? D. Diego Pel?ez la actual cate
dral de Santiago, sin que causase su intento amargos disgustos. Necesit?
para ello privar a lo menos durante algt?n tiempo a los monjes de Ante
altares, de la iglesia que les hab?a dado Alfonso el Casto, cuando tuvo
lugar la feliz inversi?n del Santo Ap?stol por el Obispo de Iria Teodo
miro. Tuvo el abad San Fagildo y con el la Comunidad, que abandonar
la iglesia en que hab?an celebrado sus cultos en honor del Ap?stol, durante
m?s de tres siglos.
Y no sucedi? eso sin fuerte oposici?n de los monjes de Antealtares.
Su abad llev? al Obispo a la presencia del Rey y all?, por concordia de
ro77, convinieron en que el altar de San Pedro, fuese desde entonces para
siempre de los monjes, y que el de San Juan Ap?stol y el del Salvador,
se restituyesen a los monjes para siempre tan pronto estuviese reedificada
aquella parte de la iglesia, cuyos l?mites se?alaba una l?nea que iba desde